Vivimos en la gran desgracia de no tener que cazar para comer.
Como decía la abuela muy vieja de mi amigo Pere, vivimos en la ambulancia, en tono de queja y mirando de reojo a los jóvenes de hoy en día, jóvenes ese día de hace veinte años, presentes en la habitación. Abundancia, interpretábamos todos, pero su error era sin quererlo una diana transparente.
Hobbes (1588 – 1679) le habría dado la razón, la yaya Núria había conseguido reformular a lo tonto el empirismo inglés en cuatro palabras, añadiéndole ese toque fúnebre, el mismo que empañaba de duelo la teoría del filósofo ante el hecho trágico de habernos vendido la libertad a cambio de la paz social entre lobos, pacto contra el que se rebelaría una y otra vez siglos después el instinto de Hobbes el tigre empeñándose en cazar el desayuno.
Volví hace un par de días de una inmersión canónica en esto de la vida en la abundancia, una escapada de puro hedonismo a Narbonne para dominguear en martes: paseo por el mercado municipal y carga de alforjas con decenas de quesos, quesitos y quesazos, visita al casco antiguo y la catedral de San Justo y San Pastor y, por supuesto, comida en Les Grands Buffets, considerado por algunos como uno de los mejores restaurantes de tipo bufé de Europa…
Deixa un comentari